En los últimos días, la película francesa “Emilia Pérez” ha generado una gran controversia en México. Eugenio Derbez y Gaby Meza, quienes tuvieron la oportunidad de verla antes de su estreno, intentaron advertir al público sobre lo que se avecinaba. Con el paso del tiempo, se fueron revelando detalles sobre la trama de la película, las declaraciones de sus creadores y los trailers que mostraban una aberración cinematográfica que, a pesar de todo, ha recibido varios premios y nominaciones.
El director, Jacques Audiard (Odiard parece ser un nombre adecuado para el caso) afirma que “el cine no plantea respuestas, plantea preguntas”. Esta afirmación parece ser un intento sofista de desviar la atención de las deficiencias de su obra y llevar la discusión al plano de la retórica. Sin embargo, la verdad es que, según sus propias palabras, ni siquiera se molestó en investigar sobre el tema que aborda la película.
El resultado es una propuesta maniquea que aborda un tema delicado para México. Un extranjero decide hablar sobre un problema complejo sin la intención ni el interés mínimo de investigar sus causas y consecuencias, y mucho menos de mostrar empatía por las víctimas del crimen organizado o por la comunidad trans que dice defender con su actriz, Karla Sofía Gazcón, quien se autoproclama “la mejor actriz que existe” (Gazcón dix it).
La película cae en la falsa dicotomía de la transfobia: si no te gustó la película, eres un ignorante prejuicioso y es obvio que es parte de su campaña.
No es que los mexicanos no podamos hacer nuestra propia apología del delito. Tenemos todo un género de películas de narcos que se remonta a los orígenes del cine con “La Banda del Automóvil Gris” (1919) y que continúa con la filmografía de los Almada. El problema no es el tema, sino la pretensión de hacer pasar una película por algo de calidad solo por los temas que maneja. Es probable que la película gane el Oscar porque la industria quiere plantar cara al presidente de derecha entrante.
El cine no plantea respuestas, plantea preguntas. La pregunta es: ¿Qué se está premiando? O mejor aún, ¿por qué este señor decidió hacer esta nueva versión del traje nuevo del emperador que ha unido a una nación en repudio? O una pregunta aún mejor: ¿por qué no hacer algo de calidad? Existen películas como “Sicario” (1 y 2) o “El Infierno” que abordan el tema de manera más profunda planteando preguntas con un trabajo de calidad. Tal vez porque hubiera requerido hacer un trabajo previo de investigación, algo que Audiard se negó a hacer y se limitó a llenar las casillas que le garantizaran un premio.
“Emilia Pérez” es una película que ha generado una gran controversia en México. Sus deficiencias en cuanto a la investigación, la empatía y la calidad cinematográfica son evidentes. La película parece ser un intento de aprovechar un tema delicado para ganar premios y reconocimiento con una amplia campaña de cines y expertos apoyando la película para darnos a cucharadas este bodrio. Al final… que viva Johanne Sacrebleu.
